3) LOS LIBROS, CAMINOS A MI MISMA

Una biblioteca que es mía, pero no del todo, me permite reencontrarme con otras bibliotecas que perdí a lo largo de mi vida, cuando me escapé de algunas casas, y me echaron de otras.
Volví a reconstruirlas, como me reconstruí a mi misma muchas veces, y en ese camino fui descubriendo, - o gestando – una esencia, y esta necesidad de compartir el goce de la lectura.

Tal vez sea mi respuesta defensiva a un mundo en agobiante y egoísta, que muchas veces me resulta insoportable. Sabrás de qué hablo. Tal vez sea un intento de ser parte de un todo mas profundo.
Desde mi infancia, en cada libro fui encontrando

–descubriendo- retazos de mi misma.

Los libros me ayudaron a construirme, a mí, que me crié casi sin familia, desamparada, muchas veces encontré en las páginas de los libros los caminos hacia mí misma, y gracias a ellos, muchas veces no tuve miedo, y tuve fe en mi.
Me he construido en base a lecturas. No solamente, desde ya, porque también he vivido, vivo, en lo posible intensamente. Pero no sin libros.
Las cosas simples y repetitivas que hacemos, nos explican, nos fundamentan, seguramente porque se conectan con aquellos primeros momentos en que sentimos amor, temor, placer.
Me recuerdo en las tardecita-noche, espiando por encima del hombro de mi padre, que leía La Razón o El Mundo; le pedía que me explicar los chistes, y que por favor, me leyera: “Qué dice, qué dice”. "Léeme acá", pedía; "y yo, ¿cuándo voy a aprender a leer?", imploraba.

Latían en esas páginas del periódico los ecos de las luchas políticas álgidas de la época. No podía leerlas, pero las intuía y sentía repicar en la veredas los que los títulos anunciaban. Quizás la necesidad de comprender qué pasaba en las calles de ese mundo convulsionado, donde también transcurría parte de mi infancia de nena sin una mamá, influenció también en mi amor hacia los libros y el aprendizaje.

Los murmullos del barrio y los ruidos de la historia,

aceleraron mi necesidad de saber.

En mi cuerpito combatiente y vertiginoso latía ya una mujer, lo que vino a sumar más preguntas. En el oscuro seno de lo que nunca llegaría a ser una familia, en la soledad de las tardes en mi casa, una imaginación desbordante buscaba muelles, y recalaba en los libros.

Una intuición agitada formada por la necesidad de defenderme de un mundo-barrio hostil, me llevaba una y otra vez a pasarme horas leyendo, incluso las materiales mas inapropiados, que muchas veces me confundieron aún más y llenaron de temores, pero otras, me elevaron por sobre las circunstancia, y así, comencé a sentirme libre.
En nuestra Ciudadela natal, Papá tenía un bolichito multirubro – precursor remoto de los maxikioscos de hoy - donde vendía productos de limpieza sueltos, algunas golosinas, cosas de librería, barriletes construidos por él mismo y sobre todo, libros de viejo. "Kon Tiki" era el nombre de ese pequeño local de compra y venta de usados, entre los cuales había una gran variedad de historietas. A los 8 años tuve acceso a revistas como Nippur de Lagard, El Tony, y otra que recuerdo por violenta y sexual, Killing que me fascinaba y aterraba. Al calor de las lecturas inapropiadas, como las fotonovelas, se fue acelerando mi sexualidad. Luego llegarían, en forma desordenada e intuitiva, mejores autores, de los cuales aprendería tantas cosas como de las que disfrutaría.

Muchas veces, los libros son y han sido mi única compañía. Por eso deseo compartir con otros ese pequeño mundo que puebla mi biblioteca y que es parte de mi propia vida.

Te cuento por qué la biblioteca se llama "Ave Félix": http://venialeer.blogspot.com/2005/10/8-ave-felix.html